Quien conozca de buen pan, y se mueva por la sabana de Bogotá sabrá que en plena vía principal entre Chía y Cajicá se encuentra una de las panaderías insignias de la zona; un lugar al que acuden residentes, transeúntes que van de paso o curiosos que llegan hasta allí para probar por sí mismos las exquisiteces del lugar.
Esta es la historia de Nicole Zangen y Juan Carlos Bermúdez; los promotores de El Bukë, artesanos del pan.
Oportunidades únicas
Una década atrás, Chía era una de las áreas más prometedoras de las afueras de Bogotá. Grandes conjuntos de casas se erguían firmemente sobre la Sabana, mientras que proyectos comerciales de la envergadura de Fontanar apenas abrían sus puertas a un público expectante de nuevas ofertas.
Justamente, a pocos metros del Centro Comercial, Jorge Roa tenía un pequeño lugar en donde hacía y vendía pan. Junto a un panadero de nombre Miguel, amasaban y producían panes de forma artesanal para los habitantes del sector. Sin embargo, por cosas del destino, la esposa de Roa fue trasladada a Estados Unidos, generando una gran incertidumbre en el emprendedor de si encargar su negocio a alguien de confianza, o promover la venta de este a una persona interesada.
Fue así como Nicole, que por esa época estaba recién llegada de Brasil, se enteró por boca de sus hermanas que había una panadería en venta. Fue hasta el lugar, conoció el concepto, habló con Jorge y tomó la decisión de invertir en el Bukë.
“Convencí a mi esposo de meternos en esta aventura empresarial. Por fortuna, hicimos una muy buena relación con Jorge, quien nos enseñó todo lo relacionado con el negocio. Recuerdo que cuando abrimos, de las primeras personas que llegaron fue una tía que trajo consigo dos cacerolas para huevos y me dijo: —A mí, dame unos huevitos, con café y pan—”, asegura Zangen.
Sin saberlo, la tía desató lo que hoy por hoy es uno de los modelos más rentables al interior del Bukë: los desayunos. Al ver que hicieron huevos, algunos vecinos presentes empezaron a pedir más opciones de desayunos, por lo que al poco tiempo el local se quedó pequeño para la demanda del lugar. Con tan buena suerte que el espacio del lado quedó disponible para que el matrimonio Zangen- Bermúdez lo tomara y expandiera el proyecto como tal.
“Cuando iniciamos el proyecto, solo había una cocina pequeña con cuatro fogones. Al tomar en arriendo el local del lado, decidimos remodelar, ampliar la cocina y prepararnos para atender de manera cómoda, segura, y bajo altos estándares de calidad, a la clientela”, asegura la empresaria.
Y es que el nada despreciable mercado aledaño a su ubicación (2.000 casas contiguas y otras 1.500 en cercanías), fue el incentivo que necesitaron para crear estrategias, planear un portafolio variado y lanzarse a conquistar el paladar de una zona que requería de una buena oferta de pan.
“No queremos crecer desaforadamente sin planeación. Por ejemplo, ahora estamos reforzando conocimientos con capacitaciones de amasijos como pan de yucas, almojábanas, pan de bonos y demás preparaciones que nos aportan proveedores como Levapan, bajo sus asesorías técnicas”, finaliza Nicole.