Bien lo decía Albert Einstein “la creatividad es la inteligencia divirtiéndose”.
Durante mucho tiempo, la constante del mercado se ha centrado en invitar a que los negocios innoven de una forma disruptiva y poco usual. El pensar fuera de la caja y dejar que la creatividad fluya es uno de los retos más grandes a la hora de pensar en darle vida a un proyecto, un nuevo producto o un concepto ideal.
En Bogotá, más exactamente en el barrio San Carlos, de la localidad de Tunjuelito, al sur de la ciudad, se encuentra un establecimiento completamente diferente a lo que se podría considerar como una panadería-pastelería tradicional. ¿Sus artífices? Dos socios, que además de compartir su pasión por lo náutico, son esposos, empresarios y visionarios, y que bajo el nombre de “Perla Negra”, se han convertido en un referente de éxito en el sector al ser uno de los pocos negocios que decidieron abrir bajo un contexto pandémico y de post confinamiento.
Pasión por el mar
Aunque Andrea Anzola y John Alexander Aragón, los socios de Perla Negra, comparten un gusto innato por las embarcaciones y el mar, es claro saber que no tienen nada que ver con botes, yates o muelles como tal. Su proyecto más grande, y que justo zarpó en medio de un confinamiento estricto decretado a finales de marzo de 2020 por el Gobierno Nacional, se centra en un local de tres pisos, ambientado por una fachada casi que extraída de una película de aventuras y que en su interior guarda como un tesoro un variado portafolio de panes, postres, tortas y comidas rápidas.
“Si algo teníamos claro es que no queríamos abrir la típica panadería. Con mi esposo teníamos otros negocios, más exactamente dos panaderías bajo el nombre de Fragata. Por cosas de la vida, decidimos venderlas y conservar algo de la esencia, manejar una línea similar de concepto. De allí surgió la idea de desarrollar una temática enfocada en un mundo pirata”, explica Andrea Anzola.
La incursión de esta pareja de emprendedores en el sector de la panificación no fue producto del azar. Desde hace más de 30 años, los padres de John Alexander han tenido negocios similares, incluso su conocimiento en el área de producción lo desarrolló de una forma empírica trabajando en la empresa familiar. Tiempo después se graduó en gastronomía.
Por su parte, Andrea, contadora de profesión, trajo consigo la visión financiera para que al unirse con el talento y conocimiento de su pareja pudieran explotar al máximo sus capacidades y generar una idea rentable y de buena proyección.
“Trabajamos juntos desde hace 5 años, cuando abrimos las dos sucursales de Fragata. El éxito de trabajar en pareja radica en que somos mundos diferentes; mientras yo organizo los flujos y manejo proveedores, él se encarga de hacer realidad cualquier producto, torta, pan o pastel. La clave está en mezclar conocimientos y halar juntos hacia el mismo lugar”, argumenta Anzola.
Con respecto a su proyección a mediano plazo están convencidos que con trabajo podrán crecer y compartir su concepto con más ciudades del país mediante el modelo de franquicias:
“A corto plazo queremos comprar la propiedad. Aunque estamos en arriendo la necesidad se orienta más hacia un tema de espacio pues ya nos estamos quedando pequeños. Después de cuarentena hemos subido aproximadamente un 30% en ventas, lo cual nos pone a pensar en una posible expansión a futuro. Quien quita que tengamos más Perla Negra en otras partes de Bogotá y en otras ciudades de Colombia”, afirma Andrea.